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Publicado: 27/02/2011
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Fuente: Clarín Viajes

Entre El Calafate y El Chaltén, excursiones al glaciar Perito Moreno, Trekking por el cerro Fitz Roy y una visita al Bosque Petrificado La Leona.

El color del hielo, que vira del blanco radiante al azul intenso y a veces hasta es transparente, da cuenta de los diferentes tipos de texturas del glaciar Perito Moreno , lo que indica el camino correcto a seguir en uno de los más audaces trekkings en suelo patagónico, en Santa Cruz . Durante la marcha se develan algunos misterios en las superficies redondeadas o puntiagudas y en los rastros dibujados por la nieve en polvo, tal como hacía el memorable personaje de “La señorita Smilla y su especial percepción de la nieve”, creado por el novelista danés Peter Höeg.

A diferencia de aquella joven, que buscaba en las distintas formas del hielo las claves de una antigua conspiración, avanzamos por la gran masa blanca tras el rastro de señales que revelan improntas de otros tiempos y abren las puertas de un mundo maravilloso.

Cada verano, miles de turistas acuden a la Cordillera en busca del paisaje único del Parque Nacional Los Glaciares –que alberga la tercera concentración de hielo del mundo, después de los polos–, con la esperanza de presenciar ese instante impredecible en que un sonido parecido a un trueno anuncia un desprendimiento del glaciar, que muere luego multiplicado en las aguas turquesas del lago Argentino.

Sobre la margen sur del espejo de agua se recuesta El Calafate , una de las villas turísticas clave, junto a El Chaltén , para acceder al fascinante universo de los glaciares –en la región hay más de 300– y punto de partida hacia distintos circuitos.

En el contraste del paisaje desértico de la Patagonia con coloridas casas bajas de techos a dos aguas se despliega, a primera vista, el encanto de El Calafate, envuelto en un intenso perfume a menta. Desde las laderas de los cerros, hoteles y cabañas miran hacia el lago Argentino.

A 7 km del centro está la primera sorpresa: las Cuevas del Walichu, un sitio arqueológico que posee pinturas rupestres de las comunidades cazadoras y recolectoras originarias de la zona, que datan de 4 mil años antes de Cristo. Desde allí parten travesías en 4x4 hacia el cerro Huyliche, desde cuya cumbre se tiene una increíble vista panorámica de la Península de Magallanes .

La Ruta Provincial 11 lleva desde la villa hacia el Parque Nacional Los Glaciares, a 78 km, una de las excursiones más convocantes. El aroma de la menta acompaña durante casi todo el trayecto hasta llegar a la hostería Los Notros, frente al glaciar Perito Moreno, donde pasaremos la noche. En el camino, la estepa va transformándose en precordillera y, a medida que se avanza, asoman los picos nevados. Casi en la entrada del parque la vegetación rala da paso a un bosque de coihues y lengas y al girar en la “curva de los suspiros”, aparece el Perito Moreno.

Con una superficie de 14 mil km2, el glaciar Perito Moreno es la estrella del campo de hielo, cuyas más de 700 mil ha fueron declaradas, en 1981, Patrimonio Mundial de la Humanidad. Una sucesión de pasarelas acerca y permite tener distintas perspectivas de esa gran masa blanca, atravesada por ventanas alargadas esculpidas por el viento. Si la contemplación alcanza para que uno se quede sin aliento, qué decir del trekking por el glaciar.

Se parte desde el puerto Bajo de las Sombras para cruzar el Brazo Rico del lago Argentino. Luego de un corto tramo en lancha, iniciamos la caminata desde la margen sur del glaciar. Tras 20 minutos aparece el borde del hielo y los guías nos colocan crampones para iniciar un recorrido de dos horas por ese gigante caleidoscopio, donde el mundo toma una nueva perspectiva: grietas, sumideros y cuevas sorprenden con infinitas gamas de gris, azul y blanco.

Observados desde cierta distancia, los glaciares son semejantes: una sucesión de agujas verticales superpuestas que apuntan al cielo. Pero hay que probar la asombrosa experiencia de caminar por sus entrañas para hallar particularidades y vistas únicas. El acceso a algunos de ellos requiere cierto esfuerzo físico, lo que aumenta la adrenalina.

Para abordar el glaciar Viedma, por ejemplo, hay que navegar durante una hora por el lago homónimo (se parte del Puerto Bahía Túnel, a 15 km de El Chaltén) hasta que el barco se acerca a un promontorio rocoso y el guía invita a desembarcar dando un ágil salto. Desde allí ya se aprecian las paredes del glaciar, de unos 40 m de altura, que nace al oeste del cordón Mariano Moreno y desciende por el valle formado entre los cerros Huemul (2.677 m) y Campana (2.570 m). Un trecho corto lleva a las puertas del hielo donde comienza la aventura entre lagunas multicolores.

La experiencia más extrema espera en el glaciar del cerro Torre: para alcanzarlo hay que cruzar el río Fitz Roy en tirolesa, haciendo frente a los embates del viento que sopla allí a 60 km por hora. Antes, caminamos durante tres horas desde El Chaltén atravesando bellísimos bosques de lengas, estepas y cascadas hasta llegar a la laguna Torre, frente al glaciar.

Quienes prefieran opciones más calmas pueden elegir los safaris náuticos por el lago Argentino, que llevan hacia otros paisajes de hielo: al final de cada uno de ellos aguarda un glaciar.

Signada por las grandes distancias, Santa Cruz sorprende, sin embargo, por los raudos cambios de paisajes y climas en cortos recorridos. El Calafate amaneció nevado y frío en pleno verano y los últimos copos blancos se pierden en la intersección de las rutas 40 y 23. Bosques de lengas, oasis azules y estepa amarilla se suceden en los 220 km que separan a El Calafate de El Chaltén.

Un grupo de casas multicolores se recorta al pie de los cerros y conforma a orillas del Río de las Vueltas una de las villas turísticas más jóvenes del país.

Las agujas nevadas del cerro Fitz Roy coronan la imagen de ese pueblo encantado que, desde los ventanales del Hotel Los Cerros, parece trazado por el pincel de un artista.

El Chaltén fascina por su aspecto de refugio perdido en la montaña, tanto como el paisaje ocre y su fauna: guanacos y choiques acompañan a la vera de la ruta y pueden verse de cerca en distintos circuitos que parten desde el pueblo y se pueden hacer a pie. No por casualidad El Chaltén es conocido internacionalmente como la “Capital nacional del trekking”. Ya a mitad de camino desde El Calafate (a 110 km) un desvío de la Ruta 40 lleva al Bosque Petrificado La Leona .

Siguiendo la margen sur del lago Viedma se llega en 4x4 al pie del cerro Los Hornos donde se inicia una caminata de 3 horas en la que troncos de árboles petrificados y restos fósiles que aún están en estudio, demuestran que alguna vez la estepa patagónica fue un paisaje selvático y cálido.

Desde el restaurante del hotel se ve el Mirador de Los Cóndores, un punto estratégico para observar estas magníficas aves. Es también el lugar ideal para tomar fotografías panorámicas de los imponentes picos de granito y los glaciares, en especial al atardecer.

Un nuevo día nos encuentra rumbo a otro mirador: el del Cañadón del río De Las Vueltas, a 6 km de El Chaltén, desde donde se ve el macizo del Fitz Roy. Más tarde, llegamos a la base del mítico cerro para iniciar un trekking de dos horas rumbo a la Laguna de los Tres: atravesamos bellísimos bosques de lengas y ñires habitados por cachañas, el más austral de los loros americanos, que nos acompañan con su particular canto hasta el campamento Río Blanco, base de los escaladores profesionales. Tras alcanzar el punto máximo del sendero, aparece el imponente Fitz Roy, el Glaciar de los Tres y su laguna.

El encanto de la estepa trasciende los paisajes minimalistas, matizados apenas por coirones. En las paredes rocosas plegadas, en los cañadones de aspecto volcánico y en la impronta de fósiles marinos de los farallones pueden leerse –como hacía la señorita Smilla en el hielo de Groenlandia– señales para recrear la Patagonia de hace millones de años, cuando zonas hoy desérticas estuvieron cubiertas por el mar y el resto era una selva frondosa y cálida, habitada por dinosaurios.

Fuente: Clarín Viajes


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