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Publicado: 22/11/2009
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Fuente: Los Andes Turismo

Un plan para disfrutar al máximo de las bellezas y sorpresas de Puerto Deseado en 72 horas. Aventura, naturaleza, buena gastronomía y mucha Patagonia por conocer.

De repente, la costa santacruceña se abre en una grieta insólita en la que las aguas azules del océano profundo viran hacia un turquesa fascinante corriendo a través de grandes cañadones. Exactamente allí, aparece la ciudad de Puerto Deseado, destino de tres días inolvidables.

Día 1. Naturaleza e historia

“No creo haber visto nunca un lugar más apartado del resto del mundo, que esta grieta rocosa en medio de la extensa llanura”, comentó y documentó el explorador inglés Charles Darwin en 1833 al llegar al final de la ría Deseado, en una de sus tantas incursiones patagónicas, cuando se enamoró de estas latitudes, tan lejanas a su tierra natal.

Ir detrás de sus huellas es la mejor manera de empezar a meterse en la historia de esta comarca y adentrarse en su privilegiada naturaleza. Declarada Reserva Natural Intangible, la ría Deseado es un fenómeno geológico que data de 160 millones de años y es único en Sudamérica ya que se trata de una invasión de aguas oceánicas en el cauce de un río seco que se interna 42 kilómetros en el continente.

Esta extensión genera, además de los bellísimos e inesperados paisajes que regala a cada paso, un sinfín de ambientes a lo largo de su trayecto que la convierten en el lugar de mayor biodiversidad de la costa patagónica.

Para conocerla y disfrutarla, hay excursiones a la medida de todos: por agua, se la puede recorrer embarcados en semi rígidos abiertos que permiten una observación increíble de la avifauna que la habita, remarla en kayak y ver desde allí el atardecer o hacer un safari más completo para visitar islas y navegar entre delfines y toninas overas.

Por tierra, se pueden hacer distintos trekkings y cabalgatas por los cañadones y los amantes de la aventura pueden optar por un circuito de mountain bike.

Para los que optan por excursiones de medio día, la propuesta es, de regreso en la ciudad y después de un rico almuerzo, completar la jornada con un circuito histórico-urbano, que se puede hacer con guía o con un mapa y ganas de caminar, también en auto guiado.

El paseo comienza en la vieja estación de tren, que este año cumplió su centenario. Además de su pintoresca arquitectura, hoy funciona como museo y allí se conservan objetos de la época en que el ferrocarril funcionaba -cerró en 1978-, uniendo esta ciudad con Colonia Las Heras. Recuperada y mantenida por la Asociación Ferroviaria 20 de Setiembre, los anfitriones son los propios ex empleados, que cuentan la historia del tren en primera persona.

El único vagón sobreviviente al desguace sufrido tras el cierre del ramal, en 1978, es el Reservado 502, que fue rescatado por una pueblada de vecinos y hoy se puede visitar en la plaza principal de la ciudad.

El recorrido continúa por el Museo Municipal Mario Brozoski, en el que se encuentran los restos de la corbeta de guerra inglesa HMS Swift, hundida frente a estas costas hace casi 240 años y recuperados en 1982, además de material lítico de los pueblos originarios de la región, los tehuelches. También merece una visita el Museo del Instituto Salesiano San José, Padre José María Beavouir, que exhibe una gran cantidad de colecciones diversas, tanto de material lítico aborigen, como aves embalsamadas y sección de malacología, entre otras.

Día 2. Viaje al mundo de los pingüinos

Viajar a Deseado en verano y no visitar a sus anfitriones más reconocidos en el mundo es un despropósito. Ellos son los famosos pingüinos de penacho amarillo (Eudyptes chrysocome), los más pequeños y curiosos de la familia: miden entre 45 y 50 cm, pesan hasta tres kilos y medio y encima de sus ojos rojos tienen cejas de plumas de color amarillo intenso. Todo eso, y su forma de andar a los saltos, los hace absolutamente inconfundibles además de verdaderamente atractivos.

Empiezan a llegar en setiembre para instalarse en la Isla Pingüino, donde unos 2 mil comparten residencia como minoría con los pingüinos de Magallanes, que llegan a ser 30 mil cada año. Vienen a reproducirse y se quedan más de seis meses, hasta abril, cuando ya han enseñado a sus crías a dar los primeros pasos en tierra y agua.

El espectáculo es único: decenas de miles graznando, cortejándose y jugando en la arena y el agua. Lo mágico de su presencia aquí es la posibilidad de observarlos desde muy cerca, algo que por su hábito de anidar en islas no sucede en ninguna de las otras dos comunidades de pingüinos de penacho amarillo que existen en el mundo, en Nueva Zelanda y el Océano Índico.

Pero ¡cuidado al acercarse! A pesar de su apariencia simpática, estos pingüinos pueden ser muy agresivos cuando de defender a sus crías se trata y suelen perseguir a picotazos a cualquiera que les resulte una amenaza potencial.

Ubicada a poco más de 20 kilómetros de la ciudad, la Isla Pingüino es una escala imprescindible en este destino santacruceño.

Día 3. Una visita a los tesoros del pasado

Puerto Deseado es un reservorio natural absolutamente único que no sólo atesora la mayor biodiversidad de la Comarca Atlántica sino que además tiene joyas imposibles de encontrar en cualquier otro rincón del mundo, como el Monumento Natural Bosques Petrificados, un yacimiento paleontológico ubicado a 256 kilómetros al sur oeste de la ciudad.

En sus 10 mil hectáreas de extensión cobija los árboles petrificados más grandes del planeta: hasta 30 metros de largo y dos metros de diámetro. Dice la historia que el origen de este bosque data de unos 350 millones de años, cuando aún no existía siquiera la Cordillera de los Andes. Lo que hoy es estepa era tierra húmeda y fértil, en la que existía un bosque que, se calcula, elevaba su techo hasta 100 metros de altura.

Luego sobrevino un período de actividad volcánica intensa cuya consecuencia fue el surgimiento de los Andes, y además la desaparición de toda la flora y fauna existente, que quedó sepultada bajo lava y cenizas. Los restos fósiles de aquel bosque aún están aquí, como si hubieran echado nuevas raíces. Se puede visitar con guía y excursión o por cuenta propia.

Otra de las joyas de la comarca que merece una visita es la Reserva Natural Intangible Cabo Blanco, ubicada a 88 kilómetros al norte de la ciudad. Allí está uno de los apostadores de lobos marinos de dos pelos más importantes del país, que luego de sufrir la caza indiscriminada durante varios siglos está en recuperación. También aquí residen los cormoranes imperiales más grandes del continente, grises y de cuello negro.

Subir los 100 escalones del faro es parte obligada de la excursión: la vista que se tiene desde sus 87 metros de altura es impagable. Cabo Blanco también fue uno de los puntos visitados y explorados por los grandes navegantes que llegaron a estas tierras. Antes de Darwin, anduvieron por aquí, entre muchos otros, hombres como Hernando de Magallanes (el primer blanco en llegar y quien bautizó este lugar con su nombre actual en 1520 debido al color blanco producido por el guano de los cormoranes) y como los piratas Francis Drake, Thomas Cavendish y Oliverio Van Noort.

A lo largo del recorrido, igual que en cualquiera de las salidas a la naturaleza de la región, se pueden observar ejemplares de la avifauna local: guanacos, choiques, maras, martinetas, zorros. También acá existe la opción de remar en kayak entre los apostaderos de los lobos y hasta de hacer observación submarina.

Para despedirse, después de tanto desgaste, nada mejor que dejarse tentar por alguna de las muchas propuestas gastronómicas con las que Deseado deleita a sus visitantes, entre ellas el clásico cordero patagónico o alguna delicia marina de las tantas que la naturaleza de estas latitudes ofrece.

Fuente: Los Andes Turismo
http://www.losandes.com.ar/notas/2009/11/22/turismo-458108.asp


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