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De aquí a la eternidad

Llegó para subsanar una deuda histórica que el país entero tenía con su naturaleza autóctona. Casi 4.000 kilómetros de costas oceánicas no tenían ni siquiera un área protegida incluida dentro del sistema nacional de reservas naturales. En otras palabras, la preservación de la extensa ecorregión del Litoral Atlántico no estaba garantizada. Pero la protección finalmente llegó, y Santa Cruz tuvo el honor de albergar el sitio elegido para que la deuda comenzara a quedar en el olvido: la estancia Monte León, situada 30 kilómetros al sudeste de Comandante Luis Piedra Buena. Un lugar ideal, tanto por la belleza de sus paisajes como por la notable representación de la mayoría de las especies de la fauna costera y esteparia.
La iniciativa surgió de un grupo privado, la Patagonia Land Trust, que en 2001 adquirió la estancia con la finalidad expresa de donarla para crear allí el primer parque nacional costero. Con la mediación de una ONG (la Fundación Vida Silvestre Argentina) la ofreció al Estado nacional, que a través de la Administración de Parques Nacionales (APN) comenzó los trámites para incorporarla efectivamente al sistema como Parque Nacional Monte León. Actualmente faltan los últimos pasos formales para que esto se concrete, pero los estudios biológicos ya están elaborados, el plan de manejo también y en el lugar ya está instalado un guardaparque nacional. Un auténtico orgullo para Santa Cruz, que así se convierte en la provincia con más áreas protegidas por la APN: cuatro, todas completamente dentro de su territorio, ya que a Monte León se le suman los parques nacionales Los Glaciares y Perito Moreno y el Monumento Natural Bosques Petrificados.

El león echado
Un curioso cerro al que el imaginario popular le descubrió forma de puma acostado le da nombre a la zona. Está sobre el mar, en el sector medio de los aproximadamente 40 kilómetros de costa que protege el nuevo parque. Allí, al norte de lo que se conoce como Cabeza del León, existe una colonia de leones marinos o lobos marinos de un pelo, frecuentemente apostados sobre grandes afloramientos rocosos, que utilizan como toboganes naturales para lanzarse al mar, donde se alimentan y pasan buena parte de sus vidas. En tierra se reproducen y dan a luz, lo que se evidencia en la organización social de la colonia, donde las hembras cuidan a sus crías custodiadas de cerca por los machos alfa, que procuran evitar que los machos periféricos cortejen a algún miembro de su harén.

Al sur de la Cabeza, en tanto, otros habitués de la costa patagónica llaman la atención con sus particulares graznidos, su traje de etiqueta y su inconfundible forma de caminar. Son los pingüinos magallánicos, que se concentran en grupos muy numerosos y forman parejas inseparables durante toda su vida, en las que el macho y la hembra se reparten las tareas y, por ejemplo, se turnan para dar calor a los huevos.

Al igual que los lobos marinos, estos pingüinos sólo acuden a la costa para renovar el eterno ciclo de la vida, ya que pasan el resto de sus días en alta mar, conducta similar a la de los albatros y los petreles. Otras aves propias del litoral atlántico, en tanto, nidifican y viven todo el año en tierra, como las cuatro variedades de cormoranes que hay en Monte León (real, gris, imperial y de cuello negro o roquero). También están presentes algunas especies migratorias, como los chorlos migratorios, que se reproducen en las tundras de América del Norte y llegan hasta aquí en busca de alimento. Flamencos, ostreros, macáes, chorlos, gaviotines, cauquenes y algunos patos (todas especies que pasan algún período del año en la costa, sea para reproducirse o alimentarse) completan el elenco de la nutrida avifauna local.

Tierra adentro, en tanto, el parque también protege a los animales propios de la estepa, como los guanacos, los choiques, los pumas, los zorros y aves rapaces como las águilas moras y escudadas y los halcones peregrinos, reyes y señores de este ambiente dominado por pastizales como las matas negras y verdes, los coirones y los jumes, y arbustos como el omnipresente calafate.

Párrafo aparte merece el mar que baña las playas, roqueríos, bahías, restingas y acantilados en los que se distribuye el litoral de Monte León. Su notable riqueza íctica (se ha registrado buena parte de las 300 especies de peces del mar Argentino) y la presencia ocasional de elefantes marinos, toninas overas, orcas, tortugas marinas (de las especies laúd y falsa carey) y ballenas francas australes motivó que se estén haciendo gestiones para convertirlo en el primer parque nacional marino del país, lo que sería el paso definitivo para la formación de un auténtico santuario natural en la zona.

Diez milenios de historia
Toda esta riqueza biológica convive en un área que fue ocupada por el hombre desde unos diez mil años atrás, cuando grupos de cazadores-recolectores arribaron a estas costas atraídos por la variedad de recursos alimenticios que ofrecía la zona: guanacos, aves, roedores, moluscos y lobos marinos. Posteriormente, sus descendientes se animaron a explorar otras tierras y entraron en contacto con tribus de otras regiones, de lo que resultó la formación de los grupos tehuelches nómades que conocieron los conquistadores europeos cuando llegaron a esta parte del continente americano.

En el período de colonización de los siglos XIX y XX pasaron por aquí personajes como el perito Francisco Moreno, el naturalista Carlos Ameghino y el sacerdote y explorador Alberto de Agostini; mientras tanto, la firma The Southern Patagonia Sheep Farming Company Limited instaló la estancia Monte León, adquirida en 1920 por la familia Braun, que continuó con la cría de ovinos como actividad principal hasta la reciente compra de las tierras para la creación del parque nacional.

Los dos accesos
Para visitar Monte León existen dos posibilidades: una es acceder al área de Pico Quebrado, en el norte del parque, adonde se llega desde Puerto Santa Cruz a través de un camino irregular y poco transitado; sin embargo, el esfuerzo tiene su premio, ya que allí existen colonias de lobos marinos y cormoranes, insertas en un fabuloso paisaje de cerros, cañadones y abruptos acantilados. El otro sector es el de la Cabeza del León, que presenta un acceso más simple (desde la Ruta Nacional N° 3 son 13 kilómetros de ripio, por la Ruta Provincial N° 63, habilitada entre noviembre y abril) y ofrece algunos servicios para el visitante: camping con sanitarios, agua potable y el asesoramiento del guardaparque.

A un par de centenares de metros de allí, desde la cima de los acantilados costeros, llama la atención una pequeña isla de forma triangular, que también se llama Monte León y sirve de refugio para grandes grupos de gaviotas y cormoranes; antiguamente de allí se extraía guano que luego se vendía como abono. Frente a la isla, en la costa misma, otra escultura marina tampoco pasa desapercibida: se trata de la Hoya, una imponente gruta de 30 metros de altura y aproximadamente 40 de diámetro, dotada de dos enormes puertas y una ventana en su techo, excavadas por el mar a lo largo de los siglos. Únicamente se puede ingresar a ella durante la bajamar, ya que durante la pleamar la gruta queda cubierta por siete metros de agua; en consecuencia, antes de emprender la excursión hay que pedir permiso al guardaparque, quien conoce con exactitud los horarios de las mareas.

Recomendaciones para el turista

•  Consulte al guardaparque antes de realizar cualquier paseo y actividad. El ambiente y usted mismo resultarán beneficiados.
•  Transite sólo por los senderos habilitados, ya que la vegetación de la estepa es sumamente frágil.
•  Manténgase a una distancia prudencial de los sitios de nidificación de las aves costeras. Muévase con cautela y use prismáticos para verlas de cerca.
•  La pesca deportiva está permitida, siempre y cuando posea su correspondiente permiso.
•  La caza, por el contrario, no está autorizada bajo ningún concepto.
•  Tampoco está permitido el ingreso con perros ni otras mascotas, ya que su relación con la fauna silvestre no suele ser la mejor.
•  Si va a acampar, tenga en cuenta que debe llevar calentador, porque no se puede hacer fuego.


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