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Publicado: 02/05/2010
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Fuente: La Nación Turismo

Sobre ruedas y en catamarán, 350 kilómetros entre lagos, volcanes y fotogénicas poblaciones. Once horas de viaje patagónico literalmente sin desperdicio, uniendo Chile y la Argentina

Cuesta dejar atrás esta tierra de volcanes y una influencia alemana evidente en las tradicionales casas recubiertas con tejuelas de madera, siempre mirando a los lagos. Pero el cruce trasandino desde Puerto Varas hasta San Carlos de Bariloche por el Paso Internacional Cardenal Samoré es una experiencia que merece vivirse. Y alivia la nostalgia de la despedida.

Es más, podría decirse que los 330 kilómetros de caminos asfaltados por amigables colinas y montañas (se llega a una altura máxima de 1320 metros) que hay entre este pintoresco pueblo de la X Región y una de las ciudades emblema de la Patagonia argentina son un paseo en sí mismo. Sin embargo, la travesía, que dura 12 horas, aproximadamente, tiene un plus especial: 30 kilómetros de navegación, en dos catamaranes, por el lago Nahuel Huapi con su punto de encuentro en el Parque Nacional Los Arrayanes.

Pero volvamos al punto de partida: Puerto Varas. La salida es temprano, a las 7.30, cuando el amanecer, a esta altura del año, apenas comienza a desplegarse en su bahía. La van toma la carretera Panamericana y luego un camino interno que permite ver las casas de los primeros colonos alemanes que comenzaron a poblar las márgenes del lago Llanquihue a mediados del siglo XIX. La ciudad homónima es industrial, cuenca lechera (allí tiene su planta Nestlé) y cuenta con playas oscuras de arena volcánica que atraen a turistas. La escasa infraestructura hotelera alienta en verano a los pobladores a alquilar sus casas al visitante por unos 50 dólares diarios.
La frutilla de la torta

Con 15.000 habitantes, Frutillar es la segunda parada. Sin duda, la vedette turística de la zona conserva en su arquitectura la impronta de aquellos colonos. La Casa Richter (escuela de arte), de dos pisos y simpatiquísimas y trabajadas aberturas de madera, es un buen ejemplo. Su fachada da pistas del nivel adquisitivo de los primeros dueños: láminas de chapa importada de Europa. Aunque lo que abunda en la zona (y casi nadie se cansa de fotografiar) son las propiedades de madera, levantadas con la materia prima del lugar.

Pero es hora de seguir 26 kilómetros más, siempre bordeando el lago, para llegar a Puerto Octay, pequeña colonia alemana. El próximo destino, por la ruta 215, es Entre Lagos, pegadito al lago Puyehue, con una fuerte actividad agrícola-ganadera, centros de pesca deportiva, cultivos de trucha y tulipanes.

Estimulada por la humedad que llega desde el Pacífico, la vigorosa selva valdiviana acompaña sin pausa con sus lengas y ñires, igual que los bosques de pinos, eucaliptos, arrayanes y ulmos. Entre suaves curvas y en constante ascenso, en pleno Parque Nacional Puyehue, la ruta entrega una de las últimas fotografías en tierra chilena: el salto Los Novios, que estalla frente a un balcón de madera y permite internarse por un angosto sendero unos 30 metros en un bosque cerrado. Hay que tener convicciones firmes para llegar a Bariloche en el mismo día, sin dejarse llevar por la tentación de una tarde en las cálidas aguas termales del hotel Termas Puyehue... Así que seguimos, y un poco más adelante, un claro entre la vegetación deja ver la silueta blanca del volcán Casablanca. Casi una despedida.
El mundo es un puerto

Las 10, más o menos, es una buena hora para llegar a la Aduana chilena y evitar cruzarse con los ómnibus regulares que suelen aparecer después de las 11. Para tener en cuenta: es infrecuente que el paso internacional sea cerrado por mal tiempo. Y si olvidó comprar las tradicionales artesanías chilenas en greda, tendrá una última oportunidad en un pequeño local con buena variedad de piezas. Desde allí restan unos 50 kilómetros para llegar a Villa La Angostura y a un clásico de la zona: el hotel Correntoso, donde se come muy bien y con una vista al lago que no tiene precio.

Antes de embarcar en el puerto de Villa La Angostura en el catamarán Futaleufú, a las 14.15, hay que despachar el equipaje, que la agencia a cargo de la excursión entregará en Puerto Pañuelo, Bariloche. Entonces sí comienza la navegación por la bahía Quetrihue rumbo al Parque Nacional Los Arrayanes. Cuarenta y cinco minutos de pura vegetación. Las elegantes hosterías y casas de la villa, la bahía Cumelén, el cerro Bayo (1780 metros) y Puerto Manzano son algunos de los puntos de interés que destaca la guía Betty Martolli.

"Podemos ver varios tipos de aves, desde hualas y biguas hasta cormoranes imperiales, que se alimentan de avelinos de truchas, y puede estar sumergido más de cinco minutos. Un gran buceador. Lo más lindo es verlos tomar vuelo, cuando parecen correr en el agua mientras mueven velozmente las alas para secarlas", agrega la guía.

En el muelle del parque nacional explica que existen dos opciones de recorrido: uno corto, de 70 metros, que no cuenta con demasiados seguidores, y otro de 800, que se interna entre arrayanes de 20 metros y unos 400 años, que obligan a levantar la vista para contemplarlos en toda su magnitud.

Ambos senderos coinciden en La Casita de Té del Bosque, donde espera un reparador chocolate caliente, tortas y otras delicias. Sin embargo hay otra opción (fuera de esta excursión) para los que prefieren vivenciar el bosque a pleno: una caminata o bicicleteada de 13 kilómetros hasta Villa La Angostura.

Aunque sea necesario más de una hora para recorrer el parque, el catamarán Cau Cau (gaviota grande en mapuche) espera para completar la segunda etapa lacustre. Casi una hora de navegación que tendrá como destino el punto final de la excursión, Puerto Pañuelo, a 25 kilómetros de la ciudad de San Carlos de Bariloche.

"En la ladera de las montañas podemos divisar vegetación nativa: cohiues, cipreses, arrayanes, lengas. ¿Qué época es la más linda para esta excursión?, todas", asegura sonriente la guía María Magdalena Bachmann.

Poco antes de las 18, la silueta de Bariloche y sus costas se dibuja perfectamente en el paisaje. El Modesta Victoria, botado aquí en 1938 y testigo de la rica historia de esta ciudad, apenas se mece en Puerto Pañuelo, mientras el Cau Cau realiza las últimas maniobras de amarre para cerrar un cruce donde volcanes, lagos y bosques se hacen un guiño para cautivar a todos.

Datos útiles

Como llegar
Aerolíneas tiene vuelos Buenos Aires-Bariloche, ida y vuelta, por 722 pesos, con tasas e impuestos incluidos.
0810-222-Volar (86527)
www.aerolineas.com.ar

Excursión
El cruce trasandino cordillerano Puerto Varas-Bariloche (también se puede salir desde Puerto Montt, 17 kilómetros al Sur), con navegación, 190 dólares por persona (mínimo dos pasajeros).
Parte a las 7.30 y llega a las 18. Por vía terrestre, Bariloche-Puerto Varas, 125 dólares por persona (demora unas dos horas menos, dependiendo de las paradas). Incluye los traslados, menos el almuerzo y el ingreso al Parque Nacional Los Arrayanes (8 pesos).
Por ser un circuito cerrado, los argentinos deben realizar el viaje de ida y vuelta con la misma empresa.

A navegar
La navegación por el lago es apacible, permite detenerse en los mínimos detalles. El catamarán Futaleufú transporta hasta 100 pasajeros, se desplaza a unos 18 km por hora y fue botado en 1992.
El Cau Cau es más moderno y amplio. Fue botado en 2004, tiene capacidad para 250 personas, un sector VIP con mesas y cómodos sillones, y bar (dos empanadas con gaseosa, $ 20; café mediano, 8). Alcanza una velocidad de 24 kilómetros por hora y también cuenta con GPS.
En ambos casos, la cubierta de sol propone una vista privilegiada.

Fuente: La Nación Turismo
http://www.lanacion.com.ar/nota.asp?nota_id=1260157


Ver más información acerca de Río Negro y de San Carlos de Bariloche.

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